Sí, lo reconozco, me han sorprendido las reacciones
mayoritarias respecto a la interpretación de Flórez como Arnold, el pasado
domingo, en Pesaro ( hay alguno que le gustó todo tanto, que hasta el timbalero
que parecía sacado de una filà mora de Alcoy, estuvo glorioso). Y no estoy
sorprendida por considerarlas “lógicas”, tras la escucha de la función por la
infame Rai 3, sino porque no son lo habitual cuando se trata de éste tenor.
Lo
habitual son los “encuentros”. Todo lo que hace es perfecto, glorioso,
histórico; papel que interpreta, papel con el que consigue crear una
interpretación de referencia, para los Anales de la Historia del Canto… sea cual
sea la prestación vocal de susodicho. Quizás y sólo quizás, fue el papel de Duca di Mantova en Rigoletto,
el que no dejó una opinión tan unánime (a pesar del “momento alergia a la
pintura”). Pero es sólo un papel, ante un glorioso tenor, una figura histórica,
que está añadiendo personajes nuevos a su
Curriculum vitae, cual muescas en el
revólver de un pistolero del Far West.
Algo
ocurrió el domingo. Y no es que fuera ese algo “escandalosamente escandaloso”,
porque la voz no quebró, o un clamoroso gallo (aunque hubo momentos en los que
apunto estuvo de ello), no hubo algo que para el aficionado medio le dijera muy
a las claras, el síntoma de que algo no iba bien. No, no lo hubo. Pero si
claros síntomas de fatiga vocal, de mucha incomodidad a la hora de cantar (lo
disimula muy mal)… y un cierre en la cabaletta final “cortado por lo sano”.
Bueno, quizás fue esto último lo que provocó que saltaran las alarmas, teniendo
en cuenta que la prestación vocal del aria y la cabaletta el domingo, no
tuvieron nada que ver con lo que suele hacer en los recitales. Recordemos que
la máxima por la que se mueven muchos aficionados es que, si canta el aria
principal de un personaje en un recital, el tenor ya está perfectamente
capacitado para cantar el personaje completo en escena.
El
domingo estuvo lleno de “desencuentros”, como los desencuentros amorosos en una
relación de pareja. Una relación estable, basada en la felicidad donde no hay
discusiones, todo es perfecto, casi diría bucólico. Pero de repente, algo
falla, hay un desliz. ¿Por qué (me) haces esto? Esto no está bien, ya no me
haces feliz. Crisis de pareja que no sabemos cómo terminará, pero de momento
hay enfado y en algún caso, mucho.
Se ha
pasado de alabar la “inteligencia” a la hora de abordar nuevos personajes y de
su carrera, a la crítica a esa carrera basada en silogismos (yo canto Le Comte
Ory, que cantó Nourrit y por tanto, puedo cantar todo lo
que cantó Nourrit). De hacer un Arturo belliniano perfecto, espectacular y
dejar una interpretación referencial, al Arturo no es un papel para él porque
se necesita un tenor con centro más amplio y sonoro que no necesite forzar la
voz. De llamar enfermos mentales a los que decían que si seguía con esa
elección de repertorio, su carrera se vería acortada, al sí canta a menudo así,
no cantará muchos años más. De hablar de agudos espectaculares, impolutos, fáciles en otras funciones, al ya tenía
problemas en los agudos y le costaban (en esas funciones). Eso sí; le critico yo, y no permito que nadie se meta
con él ¡eh!
Y es
que el mundo de la ópera hay mucha “carpetera”, con lo que ello conlleva para
bien (muchos están arriba gracias a ellas) y para mal. Porque las carpeteras
pueden encontrar un nuevo ídolo, que sea más guapo, atractivo y que además,
cante un repertorio que te gusta más. Mientras que el antiguo ídolo, comienza a
aburrirte, siempre canta lo mismo y cuando intenta cambiar y cantar cosas
nuevas, el experimento no sale bien. Ya nada es igual.
¿Cómo
se resolverá la crisis? Pues todo dependerá de la próxima vez que lo vuelvas a
ver. O reconciliación: aquí no ha pasado nada, te perdono, fue un desliz,
vuelves a ser el de antes y seguirás siéndolo. Pero cuidado no vuelvas a
repetirlo porque entonces, no habrá posibilidad de reconciliación (se traducirá
en no cantes el Raoul de Nangis, de Huguenots). O ruptura: esto no puede seguir
así, el desliz te ha pasado factura, nuestra relación no puede seguir así, no
me haces feliz, ya no eres el de antes,
no eres tú soy yo (o viceversa).