miércoles, 14 de agosto de 2013

De encuentros, desencuentros y carpeteras


                Sí, lo reconozco, me han sorprendido las reacciones mayoritarias respecto a la interpretación de Flórez como Arnold, el pasado domingo, en Pesaro ( hay alguno que le gustó todo tanto, que hasta el timbalero que parecía sacado de una filà mora de Alcoy, estuvo glorioso). Y no estoy sorprendida por considerarlas “lógicas”, tras la escucha de la función por la infame Rai 3, sino porque no son lo habitual cuando se trata de éste tenor.

                Lo habitual son los “encuentros”. Todo lo que hace es perfecto, glorioso, histórico; papel que interpreta, papel con el que consigue crear una interpretación de referencia, para los Anales de la Historia del Canto… sea cual sea la prestación vocal de susodicho. Quizás y sólo quizás,  fue el papel de Duca di Mantova en Rigoletto, el que no dejó una opinión tan unánime (a pesar del “momento alergia a la pintura”). Pero es sólo un papel, ante un glorioso tenor, una figura histórica, que está añadiendo personajes nuevos a su  Curriculum vitae, cual muescas en el revólver de un pistolero del Far West.

                Algo ocurrió el domingo. Y no es que fuera ese algo “escandalosamente escandaloso”, porque la voz no quebró, o un clamoroso gallo (aunque hubo momentos en los que apunto estuvo de ello), no hubo algo que para el aficionado medio le dijera muy a las claras, el síntoma de que algo no iba bien. No, no lo hubo. Pero si claros síntomas de fatiga vocal, de mucha incomodidad a la hora de cantar (lo disimula muy mal)… y un cierre en la cabaletta final “cortado por lo sano”. Bueno, quizás fue esto último lo que provocó que saltaran las alarmas, teniendo en cuenta que la prestación vocal del aria y la cabaletta el domingo, no tuvieron nada que ver con lo que suele hacer en los recitales. Recordemos que la máxima por la que se mueven muchos aficionados es que, si canta el aria principal de un personaje en un recital, el tenor ya está perfectamente capacitado para cantar el personaje completo en escena.

                El domingo estuvo lleno de “desencuentros”, como los desencuentros amorosos en una relación de pareja. Una relación estable, basada en la felicidad donde no hay discusiones, todo es perfecto, casi diría bucólico. Pero de repente, algo falla, hay un desliz. ¿Por qué (me) haces esto? Esto no está bien, ya no me haces feliz. Crisis de pareja que no sabemos cómo terminará, pero de momento hay enfado y en algún caso, mucho.

                Se ha pasado de alabar la “inteligencia” a la hora de abordar nuevos personajes y de su carrera, a la crítica a esa carrera basada en silogismos (yo canto Le Comte Ory, que cantó Nourrit y por tanto, puedo cantar todo lo que cantó Nourrit). De hacer un Arturo belliniano perfecto, espectacular y dejar una interpretación referencial, al Arturo no es un papel para él porque se necesita un tenor con centro más amplio y sonoro que no necesite forzar la voz. De llamar enfermos mentales a los que decían que si seguía con esa elección de repertorio, su carrera se vería acortada, al sí canta a menudo así, no cantará muchos años más. De hablar de agudos espectaculares, impolutos,  fáciles en otras funciones, al ya tenía problemas en los agudos y le costaban (en esas funciones). Eso sí;  le critico yo, y no permito que nadie se meta con él ¡eh!

                Y es que el mundo de la ópera hay mucha “carpetera”, con lo que ello conlleva para bien (muchos están arriba gracias a ellas) y para mal. Porque las carpeteras pueden encontrar un nuevo ídolo, que sea más guapo, atractivo y que además, cante un repertorio que te gusta más. Mientras que el antiguo ídolo, comienza a aburrirte, siempre canta lo mismo y cuando intenta cambiar y cantar cosas nuevas, el experimento no sale bien. Ya nada es igual.

                ¿Cómo se resolverá la crisis? Pues todo dependerá de la próxima vez que lo vuelvas a ver. O reconciliación: aquí no ha pasado nada, te perdono, fue un desliz, vuelves a ser el de antes y seguirás siéndolo. Pero cuidado no vuelvas a repetirlo porque entonces, no habrá posibilidad de reconciliación (se traducirá en no cantes el Raoul de Nangis, de Huguenots). O ruptura: esto no puede seguir así, el desliz te ha pasado factura, nuestra relación no puede seguir así, no me haces feliz, ya no eres el de antes,  no eres tú soy yo (o viceversa).

                Lo que está claro es que las carpetas volverán, bien para lucirlas y enseñarlas a todo el mundo, bien para cambiar  las fotos del antiguo ídolo por el nuevo superstar.

LinkWithin

Related Posts with Thumbnails